La migración puede tener un impacto significativo en la salud mental, tanto para quienes migran como para las comunidades que los reciben.
“La salud mental es muy complicada de entender aquí, allá y más allá. Y tú, cuando estás en esas cosas, ¿cómo puedes exigir a los demás que te entiendan?” Carla Medina Echegaray llegó a España hace 20 años procedente de Bolivia. En su caso la motivación además de económica, era la mala relación que mantenía con el padre de sus hijos.
Cada día, personas como Carla, procedentes de diferentes rincones del mundo llegan a otros países con la intención de establecerse de forma temporal o permanente en ellos. El acceso a nuevas y mejores oportunidades laborales o educativas, la reagrupación familiar o la persecución en sus países de origen en el caso de personas solicitantes de asilo, se encuentran entre las principales causas.
Esta realidad presenta grandes retos, ya que la dureza y las circunstancias extremas vividas a lo largo del proceso migratorio, pueden convertirse en un detonante para el desarrollo de enfermedades crónicas y/o problemas de salud mental que es necesario atender de forma adecuada en el lugar de destino.
“Cuando salimos de nuestros países, no imaginamos a lo que venimos, la idea es otra. Simplemente no estás en tu núcleo, no estás en tu mundo”, expresa Carla.
El duelo migratorio y la ausencia de red de apoyo en la llegada pueden ser factores agravantes de los problemas de salud mental. Contar con ese apoyo, puede aportar una seguridad emocional, necesaria y fundamental para iniciar esta nueva etapa y al mismo tiempo facilitar una atención plena a su estabilidad.
Hay personas que ya partían en origen con diagnósticos de problemas de salud mental, para las que las situaciones asociadas a la precariedad laboral y vital en el país de acogida, suponen un empeoramiento del cuadro inicial.
A mayores, existen diferencias importantes entre personas migrantes que llegan sin el respaldo de ningún programa de financiación y aquellas que pertenecen a un programa subvencionado con recursos propios, como puede ser el Programa de Protección Internacional, perteneciente al Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones.
Este programa ofrece la cobertura de las necesidades básicas de las personas solicitantes y beneficiarias de protección internacional y temporal que carecen de recursos económicos, acompañándolas en su proceso de adquisición de autonomía e integración en la sociedad española.
En muchas ocasiones, para una persona recién llegada no es fácil transmitir lo que realmente le sucede. Según Nuria Revilla, trabajadora social de Burgos Acoge:
“Cuando existe un problema de salud mental no suele expresarse en la primera entrevista, ya que se entiende que puede ser motivo de rechazo. Para que se verbalice, es necesario establecer una relación de confianza con las personas que acompañamos”
Esta entidad lleva más de 30 años trabajando en la atención integral a personas migrantes y refugiadas llegadas a Burgos, acompañándolas desde un enfoque de derechos en base a sus demandas y necesidades. Además, la asociación es una de las entidades federadas en Red Acoge, organización de ámbito nacional, que cuenta con recursos específicos para personas migrantes con problemas de salud mental en Córdoba y Barcelona.
Una vez que la persona expone sus circunstancias y las dificultades provocadas por sus problemas de salud mental (acceso a entrevista de trabajo, superación de periodo de prueba, búsqueda de vivienda, etc), se le informa de los recursos existentes y se realiza la derivación necesaria a otra entidad o a su médico de atención primaria, para que realice el seguimiento correspondiente (si se requiere además una atención especializada).
“En el momento en que la persona nos cuenta su situación real, podemos establecer una evaluación y enviarla al profesional adecuado”, indica Revilla.
Revilla también explica que en el caso de las personas usuarias de los recursos de alojamiento de Burgos Acoge, se coordina directamente con las entidades especializadas en salud mental y se acompaña siempre a la persona en las primeras visitas y entrevistas, con el consentimiento de la misma y poniendo a su disposición un servicio de atención psicológica y de traducción de forma presencial o telefónica.
En Burgos existen entidades especializadas en la atención a personas con problemas de salud mental y familias, como es el caso de Asociación Salud Mental Burgos (Prosame), que nace en 1990 con la misión de defender los derechos y mejorar la calidad de vida de las personas con problemas de salud mental, incluidas las de origen migrante.
Un equipo multidisciplinar se ocupa de su acogida, orientación, acompañamiento y derivación en su caso a entidades del Tercer Sector referentes en cuestiones migratorias, así como de la coordinación con los servicios públicos de salud mental de Hospital Universitario de Burgos, unidades de media y larga estancia de Hospital Fuente Bermeja y unidad ambulatoria de Salud Mental de Hospital Divino Vallés.
“¿Quién te puede entender? Las personas que trabajan con gente como nosotros. Necesitamos personas con quien desahogarnos, con quien hablar y ellos están ahí” añade Echegaray.
No obstante, sólo una minoría de las personas migrantes con problemas de salud mental acuden a la asociación por iniciativa propia. Como refleja Carla: “cada día es una guerra constante. Por mucho que pongas de tu parte, siempre pasa algo, no sé si nosotros vemos las cosas desde otro ángulo, desde otro lado en el que todo se ve más grande.”, y es esta tensión la que motiva una búsqueda de información (a veces desorganizada) comenzando un peregrinaje por Centros de Salud de Atención Primaria, ingresos hospitalarios, urgencias ambulatorias, entidades sociales, etc; a menudo guiadas a través del boca a boca de otras personas, hasta que finalmente se llega al recurso específico.
Entre quienes llegan a Prosame derivadas desde otras entidades sociales, pueden distinguirse dos perfiles, uno más cronificado, para el que la orientación inicial suele dirigirse a trabajar la conciencia del problema de salud mental y plantear actividades de acompañamiento psicosocial, ocupacional y prelaboral; y otro más autónomo, que suele demandar recursos más específicos, como el programa de viviendas supervisadas o el programa de empleo. En condiciones similares se encuentran quienes son derivados desde el Sistema Público de Salud Mental.
En general, con respecto a las personas migrantes con problemas de salud mental usuarias de sus servicios, tanto Burgos Acoge como Prosame, destacan una serie de factores de riesgo que propician que un trastorno mental se desarrolle o agrave sus circunstancias:
Uno de ellos suele ser la barrera idiomática, el país de procedencia, la aceptación de vulnerabilidad y/o el género.
Como apuntan desde ambas entidades, en ocasiones se percibe que algunas personas latinoamericanas hablan antes y más abiertamente de sus problemas de salud mental, sin embargo hay personas, sobre todo varones, que muestran una mayor reticencia, y en ocasiones una negación absoluta acerca del tema, debido fundamentalmente a una cuestión cultural y de socialización de género.
Por otro lado, algunas personas de origen marroquí o argelino, aunque dominen el castellano en el registro oral, ni lo leen ni lo escriben, lo que dificulta la comunicación e interacción con instituciones, empresas y profesionales de los recursos sociales y la realización de trámites de manera autónoma.
Otro de los factores a tener en cuenta es que tengan una unidad familiar poco sensibilizada y/o apremiada por la necesidad económica es otro de los factores que dificultan un adecuado abordaje del problema de salud mental.
“La familia en muchas ocasiones es la que más se niega a entender lo que tienes. Y todo el mundo te dice: si está en tu cabeza es que tú puedes”, subraya Carla.
Y es que la sociedad, en ocasiones, propone soluciones voluntaristas y culpabilizadoras respecto a los problemas de salud mental, que son siempre psicosociales.
Nos encontramos con que, en el caso de procesos migratorios familiares, fundamentalmente en los de origen comunitario como por ejemplo Rumanía o Bulgaria, los padres esperan a menudo que sus hijos e hijas (sobre todo en el caso de los primeros por una cuestión de socialización de género), trabajen y aporten a la economía familiar una vez alcanzada la edad laboral, rechazando propuestas de acompañamiento pre-laboral que resultarían beneficiosas para su proceso de rehabilitación psicosocial. Como señala Lorena Izquierdo, Trabajadora Social de Prosame: “Algunas familias se centran únicamente en que su hijo trabaje, no ven sus limitaciones ni la utilidad de trabajar previamente cuestiones referidas a su autonomía personal o habilidades de tipo prelaboral”.
Esto supone que no expresen lo que quieren o necesitan y no estén preparados para un resultado negativo, si al final no sale bien. “Si las experiencias laborales son negativas, se produce un empeoramiento y un retroceso”, añade Izquierdo.
Otro estresor que hace que se desatiendan los problemas de salud mental puede ser la precariedad vital, en la que la falta de cobertura en necesidades básicas de alojamiento y manutención asociadas al desempleo o a la inseguridad laboral agravan el sufrimiento a nivel psíquico.
“A veces es mejor salir estresada por el estrés del trabajo a estar en casa estresada y pensando “no tengo para pagarle al casero”. Ya debo dos meses de luz, tengo una perrilla y debo comprarle su comida, las vacunas…” comenta Echegaray
Para David Gómez, técnico de empleo de Prosame “los problemas de salud mental no brotan de la nada, sino que se relacionan con las cosas que nos pasan. Cuando introducimos cambios en nuestro entorno, por ejemplo, cuando accedemos a un empleo y la experiencia es favorable, esto tiene una influencia positiva en nuestra salud mental. Por el contrario, si la experiencia no resulta como esperábamos o nos encontramos sometidas a los “no me llega”, “no puedo pagar el alquiler” o “debo facturas al casero”…los síntomas empeoran independientemente del diagnóstico de partida”..
La irregularidad administrativa también genera ansiedad, trastornos depresivos, incertidumbre, desconfianza y baja autoestima (cada vez en edades más tempranas), que hay que tratar en condiciones adecuadas y en espacios de seguridad.
No menos importante es la cobertura mediática y la visibilidad informativa que se da a la salud mental, que en ocasiones no favorece el entendimiento real de estos procesos y ofrece una imagen errónea y negativa de estos problemas. La suma del componente étnico-racial en las pocas piezas que se publican con esta temática, hacen que el estigma se multiplique en ambas direcciones.
Por otra parte, las informaciones positivas tienden a un modelo paternalista, que resalta las carencias y las necesidades, pasando por alto generalmente las capacidades de la persona.
La publicación de narrativas positivas y una información normalizadora desde un enfoque de derechos, son claves para huir del sensacionalismo y tratar la salud mental y la migración de una forma adecuada y sin estigmas.
“No es algo de lo que la gente esté informada y si no se habla de ello, si no trasciende, no sucede.” Incide Carla, a lo que añade que:
“No es que seamos diferentes, simplemente que tenemos pequeñas cosas que nos hacen ¿más sensibles? En fin, necesitaríamos escucharnos y poder hablar, que se supiera, porque es un sentimiento común…”
Red Acoge, Proyecto Inmigracionalismo. Narrativas con enfoque de derechos. 10/10/2024.
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