Hay más de 2,7 millones de mujeres migrantes en España. Muchas son altamente cualificadas y han cursado estudios superiores en sus países de origen y a pesar de ello enfrentan dificultades para encontrar empleo. En España, las mujeres migrantes desempeñan un papel fundamental en la economía y la sociedad. Sin embargo, encuentran desafíos significativos en el mercado laboral, incluyendo la discriminación, la precariedad laboral y la concentración en ocupaciones específicas, como en el Trabajo del Hogar y los Cuidados.

 

 

Rocío, Estrella y Johanna ponen voz y rostro a estas cifras. Llegaron en distintos momentos a La Rioja y, aunque las tres nacieron en Colombia, no se conocían hasta hace unos meses, cuando coincidieron en el grupo de mujeres migradas en Logroño, «Toderas por derechos», que aúna a trabajadoras del hogar y los cuidados en La Rioja.

Los motivos que las llevaron a dejar su país de origen son diversos: poder saldar deudas económicas, brindarles estudios universitarios a sus hijos o volver a encontrase con sus familiares. España era una promesa de una nueva y mejor vida, pero la realidad que se encontraron tiene sus luces y sombras. En lo laboral, más sombras que luces.

 

Johanna Escalante, de 40 años, es técnico en auxiliar de enfermería. En Colombia trabajaba para una empresa privada en atención prehospitalaria para accidentes de tránsito. Hasta la fecha no ha logrado homologar su profesión, sólo su título de bachiller. Por lo que, en los cuatro años que tiene viviendo aquí, no ha podido ejercer en su área laboral. Se dedica al cuidado de una persona mayor como interna.

 

Rocío Cortés está por cumplir 51 años y en los dos años que tiene desde que aterrizó en La Rioja, también se ha dedicado exclusivamente al cuidado de un anciano en un pueblo cercano a Logroño. A pesar de que está formada en gestión de riesgos laborales y trabajó por mucho tiempo en su país natal en una empresa familiar dedicada al reconocimiento médico para los permisos de conducir.

Estrella Ávila (nombre ficticio) es cocinera de profesión. Actualmente tiene 60 años y se dedicó por décadas a trabajar en la restauración para empresas privadas y para el sector militar antes de migrar. En la capital riojana tiene apenas diez meses y los trabajos que le han surgido son temporales, precarios y alejados de los fogones. Hace unas semanas aprobó el certificado en manipulación de alimentos.

 

Sus experiencias ponen de manifiesto un hecho que está poco visibilizado, la situación laboral que tienen las mujeres migrantes en España: suelen estar subordinadas a puestos de trabajo que requieren una menor cualificación. Trabajos que a menudo implican condiciones precarias, salarios inferiores a los de otros grupos, y horarios poco compatibles con otras facetas de su vida.

Situación que se viene detectando desde hace años. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), casi la mitad de las mujeres extranjeras ocupadas en España desarrollan trabajos no cualificados y feminizados, como en el cuidado de personas mayores y niños/as a domicilio, el servicio doméstico, la hostelería y el comercio.

A pesar de tener cualificaciones y experiencia relevantes, muchas mujeres como Rocío, Johanna y Estrella enfrentan dificultades para encontrar empleo en su campo de especialización, por lo que suelen aceptar trabajos sin contratos, lo que obstaculiza su acceso a protecciones sociales. Y es que las mujeres migrantes representan poco más del 40% de las personas extranjeras afiliadas a la Seguridad Social en España. Por ejemplo, en el caso de estas tres mujeres entrevistadas, solo una ha logrado un contrato hace unos meses, después de llevar muchos años trabajando para la misma familia. Se trata de un hito para ella que, según declara, tiene mucho que ver con su participación en el grupo de ‘Toderas’, donde asegura que le abrió los ojos a la hora de conocer sus derechos.

Empleadas de hogar y cuidados coinciden en que lo más duro es trabajar como interna, al verse expuestas a “una jornada como de esclavitud: estar casi 24 horas a merced de otra persona 6 o 7 días a la semana”. Es decir que, si el régimen laboral está establecido en 40 horas semanales, ellas llegan a trabajar el doble, unas 80 horas, ya que tienen que estar en todo momento disponibles para la persona que está bajo su cuidado.

 

Cuidar a las que cuidan

El testimonio de estas mujeres da cuenta de la desprotección del sector y de la necesidad de adoptar medidas urgentes para garantizar un entorno laboral con cuidados para quienes, con sus trabajos de cuidado, mantienen a la sociedad. Según los resultados de la encuesta sobre “Salud laboral en el Empleo de Hogar y los Cuidados. Informe de resultados 2024”, el 74% de las personas que respondieron el cuestionaron declararon que trabajan más de 40 horas semanales.

Desde una perspectiva de derechos humanos, es crucial garantizar que las mujeres migrantes tengan acceso a un reconocimiento de su labor a través de un contrato de trabajo, que ponga en valor sus capacidades y su formación profesional y sea garante de los beneficios que les corresponden. El mismo informe resalta que un 36% no tiene contrato de trabajo. Regular su situación laboral les abriría puertas que normalmente están abiertas para el resto de la población: como el acceso a la asistencia sanitaria y servicios sociales.

 

Mujeres con expectativas y aspiraciones profesionales

Rocío es una de tantas mujeres que también se encuentran con este gran obstáculo de acceder a un contrato laboral para poder llevar una vida digna, con expectativas y aspiraciones profesionales. “De aquí a un año lo que quiero -por lo menos- es tener el permiso para poder trabajar. Y dar el primer paso para una formación para una FP”, comenta en voz alta. “¡Y poder dormir más de cuatro horas seguidas!”, agrega, debido a que la situación de salud de la persona a la que cuida, le hace imposible descansar. A largo plazo también aspira a tener su propia empresa, ser autónoma.

Por su parte, Johanna, desea volver a ejercer su profesión, por eso asegura que, “si en un futuro me sale trabajo en auxiliar de enfermería, bienvenido sea”. Estrella también quiere trabajar en su sector profesional: “estoy llena de esperanza, así como les hablo, de que voy a trabajar en mi cocina legalmente cuando llegue el momento”.

 

Derechos y empoderamiento

Es evidente que las mujeres migrantes trabajadoras del hogar y los cuidados son un colectivo cualificado con muchas potencialidades y conocimientos, pero que enfrenta retos significativos en el mercado laboral español. Para abordar estos desafíos es necesario implementar políticas públicas y en materia de extranjería que promuevan la igualdad de oportunidades, mejoren las condiciones laborales y garanticen los derechos humanos de estas personas. Solo entonces podremos avanzar hacia un futuro en el que todas las mujeres, independientemente de su origen, puedan disfrutar de un trabajo digno que reduzca las brechas de género.

En ese camino están mujeres capaces y multifacéticas, como Johanna, Estrella y Rocío, que cumplen con diversas tareas y deberes sin olvidar que tienen derechos. Y que les recuerdan a otras mujeres, que puedan estar en situaciones similares, que deben “reclamar respeto y todos los derechos que tenemos. Porque vengas de allá no vamos a soportar, no. Porque nosotras vamos a respetar y también vamos a exigir respeto”, dice Estrella. Rocío, además, resalta que “hay que tener sobre todo esta visión optimista, aunque a veces las cosas te van dando bofetones, no pasa nada. Hay que seguir optimista porque al final si tú perseveras vences, básicamente llegas al sitio”. A lo que Johana aporta de forma clara y concisa otras cualidades: “Resiliencia. Mucha paciencia, sí, preparación psicológica”.

 

Red Acoge, Proyecto Inmigracionalismo. 08/03/2024.